LA GRANDEZA DE UN SER HUMANO

*LA GRANDEZA DEL SER HUMANO* Existen, a mí sentir, tres cualidades que separan al ser humano excepcional del ser humano común: tres pilares que elevan al alma extraordinaria por encima de lo mundano. Sin estas raíces esenciales, el ser humano se marchita, convertido en una sombra sin legado, una criatura dominada por la mediocridad, fácil presa de aquellos depredadores que se nutren del control sobre otros. Si cada uno de nosotros cultivara estas tres semillas de grandeza, el mundo florecería en riqueza, prosperidad y conciencia; en valores intrínsecos e inquebrantables; y nacerían sociedades prósperas y luminosas, unidas por el bien propio y el bien ajeno.
*LA NOBLEZA* Comencemos por la primera. ¿Qué es un ser humano sin nobleza, sino un cuerpo vacío, un eco apagado,? una figura oscura, sin empatía, sin honor, sin el sagrado aprecio por la vida y por su propia existencia. La nobleza es la luz del ser extraordinario: Su virtud, su riqueza, su raíz más profunda. Sin ella, las demás cualidades pierden brillo y grandeza, pues es la nobleza la que da fuerza, sentido y elocuencia a todo lo que el espíritu puede llegar a ser. *LA VALENTÍA* Hace falta valor para manifestar la grandeza interior ante cualquier sombra que intente quebrantar los principios de la nobleza. Solo los valientes se enfrentan a sus propios límites y se atreven a ser ellos mismos, aunque el mundo murmure lo contrario, aunque la multitud se equivoque o acierte. Se requiere valentía para mirarse de frente, para reconocer lo que nos empequeñece y transformarlo en sabiduría, en fuego, en fortaleza. *LA INTELIGENCIA* La inteligencia —aunque muchos lo olviden—, no nace de títulos, datos o estructuras rígidas de información sin vida. La inteligencia auténtica germina en lo experimentado, en lo cuestionado, en lo observado con mirada propia; en la capacidad de entrelazar palabras que conducen a reflexiones profundas, a preguntas que abren puertas, a respuestas que iluminan el entendimiento de uno mismo y del vasto mundo que lo rodea. Quien no cultiva su inteligencia se convierte en terreno fértil para el dogma, la manipulación y el dominio ajeno. Pero el ser extraordinario —noble, valiente e inteligente— rompe sus propias barreras y también las de su entorno, ascendiendo hacia un nivel superior de conciencia y hacia la sabiduría natural que habita en el corazón de cada ser.
